Cuando dimos vuelta la esquina, nos encontramos con la casa. Kika me había llevado hasta allí sin contarme demasiado, solo me había dicho que tenía una sorpresa.
- Dale, vamos a entrar - me dijo.
Al principio, me resistí un poco, pero la gallega enseguida manoteó la puerta y dio el primer paso. Kika la conocía de memoria, había estado en ella muchas veces, y le encantaba visitarla.
- ¿Ves? - empezó a contarme - la puerta siempre está abierta, porque nadie quiere entrar. Cuando éramos chicos, con los pibes del barrio entrábamos por la ventana y, aunque teníamos un poco de miedo, nos metíamos para jugar a las escondidas.
Aquella casona era un lugar húmedo, oscuro y crujiente. Nuestros pasos hacían rechinar el piso y debíamos tener cuidado porque, en algunos lugares, la madera estaba rota.
-Che, Kika, pero si este piso se rompe…- dije tímidamente
-Y… si se rompe vamos a parar al sótano – completó la frase, dando una carcajada.
-Pero, vos estás loca, ¡salgamos de acá!
Pero, ella estaba decidida. Me había hecho caminar como diez cuadras para mostrarme ese lugar y ahora estábamos ahí, iluminando nuestros temerosos pasos con la luz tenue de nuestras linternas.
-Pero vení, pasá- me dijo la gallega, como si se tratara de su casa - ¿Sabés los cuentos de terror que nos inventábamos acá? Imaginate, teníamos diez o doce años, creíamos en todas las historias fabulosas que te puedas imaginar. ¡Nos moríamos de risa!
-Si, cosas de chicos- dije, no muy convencida.
Recorrer las habitaciones de esa casona fue como meterse en un laberinto. Muchas de ellas estaban aún decoradas por muebles viejos, cubiertos por pegajosas telas de araña, iguales a las de las películas.
A pesar de que yo estaba muy interesada en conocer aquel lugar, algo me decía que era mejor irse, pero a Kika era imposible convencerla. Le pregunté por el dueño de la casa, pero ella respondió que nadie en el barrio lo conocía y que, por esa razón, podían entrar a la casa por lo menos una vez por semana.
- Nos metíamos por la ventana porque en ese tiempo la puerta estaba cerrada con llave – relataba Kika – y acá nos encontrábamos con los otros chicos.
La gallega se quedó en silencio, mientras abría un postigo que daba al jardín trasero y me mostraba un árbol gigante cuyas hojas habían tapizado el suelo. Yo ya me estaba poniendo nerviosa.
- Y ¿quién abrió la puerta, Kika? Porque, a ver... si estaba con llave y ahora no, es porque alguien tiene la llave! ¿Y quiénes son esos otros chicos a los que te referís?
Kika sólo respondió con una sonrisa.
-No te rías Kika, esta situación me pone muy nerviosa – le dije - Yo me voy.
Emprendí, decidida, el camino hacia la puerta. En el recorrido, alcancé a ver los rostros sonrientes de unos niños, escondidos detrás de los sillones del living polvoriento. Envuelta en un grito, crucé con dos saltos el amplio comedor y alcancé la puerta de calle. Cinco minutos después, Kika salió de la casa para reencontrarse conmigo en la esquina de la casona.
-Está bien, vamos – me dijo - Al final con vos, ¡no se puede vivir una aventura! Sos una miedosa. Ni siquiera me diste tiempo de presentarte a mis amigos.
Desde la ventana apenas entreabierta, un niño pálido saludaba a Kika agitando su mano. La aparición me dejó muda, y recorrimos todo el camino de regreso sin dirigirnos la palabra. Cuando llegamos a la puerta de mi casa, invité a Kika a tomar unos mates. Tenía muchas cosas que contarme respecto de esa casa, pero preferí que me las cuente desde el lado de afuera, sentadas cómodas y tranquilas, en el comedor de mi casa.
- Dale, vamos a entrar - me dijo.
Al principio, me resistí un poco, pero la gallega enseguida manoteó la puerta y dio el primer paso. Kika la conocía de memoria, había estado en ella muchas veces, y le encantaba visitarla.
- ¿Ves? - empezó a contarme - la puerta siempre está abierta, porque nadie quiere entrar. Cuando éramos chicos, con los pibes del barrio entrábamos por la ventana y, aunque teníamos un poco de miedo, nos metíamos para jugar a las escondidas.
Aquella casona era un lugar húmedo, oscuro y crujiente. Nuestros pasos hacían rechinar el piso y debíamos tener cuidado porque, en algunos lugares, la madera estaba rota.
-Che, Kika, pero si este piso se rompe…- dije tímidamente
-Y… si se rompe vamos a parar al sótano – completó la frase, dando una carcajada.
-Pero, vos estás loca, ¡salgamos de acá!
Pero, ella estaba decidida. Me había hecho caminar como diez cuadras para mostrarme ese lugar y ahora estábamos ahí, iluminando nuestros temerosos pasos con la luz tenue de nuestras linternas.
-Pero vení, pasá- me dijo la gallega, como si se tratara de su casa - ¿Sabés los cuentos de terror que nos inventábamos acá? Imaginate, teníamos diez o doce años, creíamos en todas las historias fabulosas que te puedas imaginar. ¡Nos moríamos de risa!
-Si, cosas de chicos- dije, no muy convencida.
Recorrer las habitaciones de esa casona fue como meterse en un laberinto. Muchas de ellas estaban aún decoradas por muebles viejos, cubiertos por pegajosas telas de araña, iguales a las de las películas.
A pesar de que yo estaba muy interesada en conocer aquel lugar, algo me decía que era mejor irse, pero a Kika era imposible convencerla. Le pregunté por el dueño de la casa, pero ella respondió que nadie en el barrio lo conocía y que, por esa razón, podían entrar a la casa por lo menos una vez por semana.
- Nos metíamos por la ventana porque en ese tiempo la puerta estaba cerrada con llave – relataba Kika – y acá nos encontrábamos con los otros chicos.
La gallega se quedó en silencio, mientras abría un postigo que daba al jardín trasero y me mostraba un árbol gigante cuyas hojas habían tapizado el suelo. Yo ya me estaba poniendo nerviosa.
- Y ¿quién abrió la puerta, Kika? Porque, a ver... si estaba con llave y ahora no, es porque alguien tiene la llave! ¿Y quiénes son esos otros chicos a los que te referís?
Kika sólo respondió con una sonrisa.
-No te rías Kika, esta situación me pone muy nerviosa – le dije - Yo me voy.
Emprendí, decidida, el camino hacia la puerta. En el recorrido, alcancé a ver los rostros sonrientes de unos niños, escondidos detrás de los sillones del living polvoriento. Envuelta en un grito, crucé con dos saltos el amplio comedor y alcancé la puerta de calle. Cinco minutos después, Kika salió de la casa para reencontrarse conmigo en la esquina de la casona.
-Está bien, vamos – me dijo - Al final con vos, ¡no se puede vivir una aventura! Sos una miedosa. Ni siquiera me diste tiempo de presentarte a mis amigos.
Desde la ventana apenas entreabierta, un niño pálido saludaba a Kika agitando su mano. La aparición me dejó muda, y recorrimos todo el camino de regreso sin dirigirnos la palabra. Cuando llegamos a la puerta de mi casa, invité a Kika a tomar unos mates. Tenía muchas cosas que contarme respecto de esa casa, pero preferí que me las cuente desde el lado de afuera, sentadas cómodas y tranquilas, en el comedor de mi casa.
20 comentarios:
Adriana inevitable no quedarme a la espera de los relatos de Kika!
Un abrazo
Magah
Buen trabajo en conjunto, debe haber sido un placer realizarlo.
wow Adri!!!que complicidad tan complice! gracias por tu hospitalidad para con mis fotos como siempre, y por tu espiritu compartidor. Eso, se celebra.
Un abrazo inmenso, que letras para mi imagen...:)
/\namaste.
Cariño, que rico que surja una idea en complicidad con amistades conocidas o no, antiguas o nuevas... que rico compartir la letra de esa forma.
Cuidate mucho si.
Un beso y un abrazo.
Sigan haciendolo.
Que puedo agregar que no esté dicho? El resultado está a la vista! El trabajo en equipo siempre tiene buenos resultados. En este caso, fue un placer haber podido sumar mi granito de arena para construir esta casa espectacular. Felicitaciones! Un beso a ambas
Yo también espiaba casas viejas.. ahora, ya tienen grupos de pisos edificados en ellas... Pero de niña, entrar , era como si pudiera suceder lo inexplicable y se podia imaginar, volar... con la sensación que nos vigilaban...
Una sensación increible!
Un beso
Mon
Magah: Gracias por la espera! y si, ha sido un gran placer trabajar en conjunto, me alegro que se aprecie!! Besosssss
Natalia: La verdad que compartir nos da un plus que no tiene precio!! Gracias por tus palabras.
Carina y Martín:
BRINDEMOS! chin chin y salute!
Gracias a ambos. x)
Que lindo... què bueno eran aquellos tiempos!, con este relato me traje de nuevo un montòn de recuerdos de mi infancia... me encantaria leer como sigue la charla con Kika, descubrir un poco màs de la historia y sobre las apariciones. Muy buen texto!!!
un beso,
Vero.
Mon: Bienvenida al Palabras sshh!
Que bueno que te sientas identificada con el relato, las casas viejas tienen esa magia, esconden miles de sueños de niños.
Verónica: A vos también te trae recuerdos, eh? muchos hemos vivido de esas historias, parece. Gracias por pasar por aquí! Saludos sshh!
Qué bueno .. quiero saber más.. quienes eran esos niños.. sigue la historia por favor Carina.. besoso
Estupenda la idea de enlazar los blogs y felicidades por este relato no apto para miedosos.
Saludos.
Eso pasa por entrar en las fotos. No hay que hacerlo por descuido. Después no se puede regresar.
Felicidades por este buenísimo relato. Entre los tres habéis creado magia.
La foto ya es evocadora de por sí pero es que además con las palabras me lo he imaginado todo perfectamente.
¿Por qué será que pasar un poco de miedo resulta tan atractivo?
Kika quiso dar una sorpresa a su amiga y me la ha dado a mí también.
QUIERO MAS!!
Ico: Gracias y bienvenida a Palabras sshh!
Alvaro: Qué suerte que te guste! si nos juntamos tenemos menos miedo, no??
Claudia: Vamos a ver cómo salimos de ésta! ;)
JuanRa: Gracias por las felicitaciones! Estoy de acuerdo con que el miedo es un poco atractivo, pero un poquito y nada más, eh? (tu que eres diablo sabes mas que yo de ello)
Gracias y abrazos!
Uy, me dio miedito. El sábado vi "El proyecto Blair Witch" y también me dio miedito!
Marcelo: esa peli no la vi. no me gustan las de miedo, por eso con Kika no voy mas a la casa!
Saludos
Salta a la vista el buen equipo que haceis!
He leido algunos relatos de Martín y todos sin excepción me han encantado, de hecho, procuro ir leyéndolos poco a poco tal y como ellos se merecen. Sigo también, con regular asiduidad el blog de Carina; sus imágenes me hablan y me susuran sentimientos que se me vuelven de nuevo imágenes sobre la piel.
La combinación de ambos y tu buen hacer, ha dado como resultado que mi imaginación se haya vuelto escalofrío y se me haya instalado detrás de la nuca como si se tratara del gélido soplido de ese niño pálido que saludada a kika agitando su mano tras la ventana.
Saudos desde este lado de mi casa.
mara-mara: Muchas gracias! qué hermosas palabras que nos has dedicado! Fue un lindo experimento el de los tres, y también una alegria que me visites. Saludos sshh!!
Publicar un comentario